Antes de hablar de cómo afecta Internet a mi propia vida cotidiana, me gustaría compartir una observación que he hecho en mi centro de prácticas. Mi lugar de prácticas es un instituto situado en Polígono Sur, y aunque muchos de ellos no tengan recursos o habilidades para desempeñarse en la más básica rutina, sí tienen (o al menos la mayoría) acceso a las Nuevas Tecnologías, y por supuesto a Internet. El otro día impartí una clase de informática al alumnado del aula de tránsito (adaptación curricular), estuvimos escribiendo en el Word e investigando las herramientas más básicas del programa. Me sorprendió que no supieran qué es el Word o cómo se maneja; en cambio, nada más encender el ordenador se metieron automáticamente en Internet a buscar videos de Youtube, páginas de dedicatorias de amor o en el Messenger.
Las redes sociales las utilizan con frecuencia. Otro día, un alumno le preguntó a un profesor: “Maestro, ¿tú ligas por Tuenti?, y el profesor le contestó explicándole que a él no le hacían falta hablar con las mujeres por Internet, que él se relaciona directamente con las personas y que no le hacía falta esconderse detrás del Tuenti.
Seguiré esta observación en otra entrada del Blog, pero esta puntualización a priori nos muestra dos ideas: la mayoría de los adolescentes de todas las clases socioeconómicas utilizan de sobremanera Internet, y que su uso puede afectar de manera no muy positiva a sus habilidades sociales de comunicación si no se les enseña a utilizarlo de manera adecuada.
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